Dos tercios de las personas en el mundo se ganan la vida en trabajos informalizados o en la economía informal. Hablamos de una mayoría de trabajadores en el planeta; que son trabajadores, aunque no sean asalariados; que producen valor, aunque no sean valorados por el capital. Las actividades que realizan son indispensables para la reproducción de la vida, pero precisamente, son invisibilizadas como trabajo.
En el capitalismo contemporáneo, los nuevos conflictos sociales ya no giran sólo en torno al problema de la explotación laboral, dentro de la relación capital-trabajo, sino en torno a una más compleja relación capital-vida, puesta en crisis por el colapso de las garantías de la reproducción social.
No se trata de una situación transitoria de “exclusión”, se trata de las nuevas formas que adquieren los modos de vida de las mayorías populares, atravesados por una alta precariedad y un recrudecimiento de las desigualdades que el régimen de acumulación del capital produjo.
En el núcleo de este conflicto, se corporizan las Economías Populares que en este siglo XXI abren el cuestionamiento a su descalificación como economías marginales, informales o ilegales, y se constituyen como experiencias híbridas, fronterizas y promiscuas donde lo comunitario-popular se mezcla con las lógicas extractivas, financieras y de despojo bajo las que se ha venido reconfigurando el capitalismo en estos tiempos.
“Creemos que en estas economías se producen nuevas imágenes de la conflictividad obrera pero en una clave de conflictividad social difusa, ampliando los bordes de la experiencia proletaria” (Gago, et al, 2018)
El seminario virtual Economías Populares en la pandemia, co-organizado por el grupo de trabajo de Clacso “Economía Popular: mapeo teórico y práctico” junto con la oficina andina de la Fundación Rosa Luxembourg y el Centro Internacional Miranda de Venezuela, es una invitación a compartir estos debates. En su primera sesión, el 03 de septiembre, se propuso la discusión sobre la crisis de la reproducción social y las tramas de lo común. En este texto se intenta resumir algunas de las principales reflexiones expuestas.
La apuesta
¿Qué significa apostar a las economías populares? ¿Por qué comprenderlas como una apuesta teórica, epistemológica y política?
Para este grupo de trabajo, las economías populares, así en plural, son una apuesta de construcción transversal de conocimientos y movilización política que articuló diversas perspectivas de análisis para abordar experiencias sociales de trabajo y lucha de sectores populares en América Latina.
En lo teórico-conceptual, suscriben lo que la economía feminista plantea: colocar en el centro de la economía el sostenimiento de la vida, lo que implica impugnar la expropiación de la riqueza socialmente producida en las labores de cuidado, en los trabajos flexibilizados, informalizados o tercerizados que los circuitos del capital se apropian.
Desde lo epistemológico, confrontan la abstracción de la economía para romper con el poder desmesurado de sus “especialistas” y la resitúan en subjetividades, deseos, prácticas, territorios y formas de organización social-cultural y política concretas y, a su vez, heterogéneas.
Como apuesta política, por su parte, procuran construir un horizonte común de transformación social que forme parte de las luchas de movimientos sociales y organizaciones populares.
Territorios y sujetos que las sustentan
Marginales, población sobrante, ejército de reserva, desocupados, no asalariados; gente que vive de changas, rebusques, tigres, que hace labor voluntaria, que no cuenta con obra o seguro social. Así, entre otras maneras de identificarles, se les da a conocer a lxs trabajadorxs de las economías populares.
Personas que para la institucionalidad “formal” no trabajan, subjetividades desprotegidas, expropiadas de su autonomía o que se resisten a esta expropiación.
Los territorios de las economías populares, que son tanto urbanos como rurales, están atravesados por dinámicas complejas y contradictorias. Prácticas solidarias y autogestionadas que se entrecruzan con otras mercantiles, extractivas, competitivas y de despojo, donde se disputan permanentemente las formas de producción y apropiación de riqueza y, más aún, de sentidos comunes sobre cómo se organiza y reproduce la vida.
Son cuerpos y territorios que replantean la lucha de clase por fuera de la relación salarial, es decir, por fuera de los márgenes de la institucionalidad del Estado y las finanzas, aunque la relación constante con éstas sea lo que también las defina. Expresan las nuevas formas de explotación donde, por ejemplo, la deuda y el consumo son los más eficientes mecanismos de extracción de valor.
Las tramas de lo común
En la constitución de las economías populares hay una constitución de lo común; un común diverso que se expresa en un tejido comunitario o una comunalidad sostenida en relaciones de reciprocidad, afecto y materialidad que habilita el trabajo colectivo desde la cooperación, la pertenencia mutua y la interdependencia entre lo humano y la naturaleza.
Pero también en desigualdades y diferencias que surgen, por las interacciones con entidades públicas o privadas, o por las jerarquías sociales que reaparecen en los espacios y labores más íntimas y cotidianas.
En su diversidad, resulta curioso identificar cuáles son las líneas de interconexión entre las experiencias, o el horizonte común que logra expresar su politicidad.
Aunque no existan antagonismos únicos contra el capital y dentro de estas experiencias también puedan reproducirse desigualdades, lo que las diferenciaría son sus capacidades políticas que les permiten disputar poder, tensionarlo, intentar redistribuirlo.
En su acción autogestionaria, en la procura de la propiedad social, en una redistribución justa de excedentes, en los cuidados colectivos o en relaciones de trabajo horizontales estaría emergiendo una potencia disruptiva contra la privatización y el neoliberalismo. Más aún si las acciones de lxs sujetos de las economías populares se convierten en movilización, exigencias, luchas o políticas desde abajo.
¿Economías populares = economía feminista?
No son lo mismo, pero comparten un marco de interpretación donde el capitalismo es inseparable del patriarcado, y donde la producción es inseparable de la reproducción.
En ambas, la economía implica poner en el centro la vida, lo que significa poner en valor los trabajos esenciales que, para quienes no logran reconocerlos, son las tareas y actividades del cuidado: cocinar, limpiar, lavar, criar, ordenar, planificar la vida doméstica y familiar, alimentar y resguardar las relaciones afectivas, sanar, educar, entre otras.
El valor de estos trabajos no lo otorga el salario o la remuneración. Su valor es la vida que produce o reproduce, las posibilidades de hacer que la vida individual, familiar y comunitaria exista y, con ella, la sociedad misma. Para dimensionarlo, por ejemplo en Argentina, el trabajo del hogar y de cuidado representa un 15,9% del Producto Interno Bruto (PIB), porcentaje superior al sector de la industria.
El horizonte compartido entre economías populares y la economía feminista es la reproducción ampliada de la vida, en contraposición a la acumulación de capital y sus violencias múltiples. Por ahora, las garantías de esta reproducción están principalmente soportadas en el trabajo de las mujeres, pero el desafío es lograr que el lugar del cuidado no se cosifique en los cuerpos femeninos, sino hacernos cargo social y comunitariamente del valor que produce.
Políticas públicas y economías populares
¿Cuáles son las políticas públicas que demandan las economías populares? ¿Cómo son las políticas públicas que impactan a las economías populares?
En el despectivo lenguaje de la marginalización o del miserabilismo con el que se suele caracterizar a las economías populares, aparece la idea de la necesidad de que fuerzas externas doten de cierto desarrollo a estas economías. Lo que subyace es la subestimación sobre la capacidad y el modo propio de conducirse de estas comunidades o territorios que estarían ameritando de otras entidades (Estados, organizaciones o grupos) que brinden solución a problemas que quizás no se tenían.
Este tipo de intervención, que puede tener forma de política pública “para el desarrollo nacional o para el mercado global”, genera que los territorios se desconecten de su acoplamiento local y terminen siendo sometidos al extractivismo o el despojo de sus territorios, en un plan nacional supuesto para reactivar la economía.
Otra manera de hacerlo sería habilitar condiciones para la autodeterminación, la defensa y la formas de producción de valor de esos territorios; desarrollar políticas que reconozcan a las economías populares como economías centrales en el sostenimiento de la vida y que fomenten nuevos regímenes económicos -por ejemplo que le otorguen un marco legal a la propiedad social-. Políticas que diversifiquen las formas productivas y reproductivas que, sobre todo, fortalezcan las tramas de lo común.
Continuidades
Para el día jueves 01 de octubre se realizará la segunda sesión del seminario: Autogestión, infraestructuras populares y organización política. La invitación es a continuar este espacio de reflexiones que, en esta oportunidad, buscará profundizar en la discusión sobre la viabilidad y los desafíos de las economías populares, sobre todo, en tiempos de pandemia global.
Este seminario consiste en espacios de discusión e intercambio en torno a algunos debates fundamentales de las economías populares. La invitación es a continuar las reflexiones haciendo uso de los materiales de cada sesión, que consisten en foros y entrevistas disponibles en la página web de la Fundación Rosa Luxemburgo, oficina para la región andina; el portal CLACSO TV; y en el portal Comunalizar el poder.
Este primer eje del seminario profundizó en el tema Crisis de la reproducción social: economías populares y tramas de lo común, y contiene un primer foro que centró con ponencias de Cristina Cielo (FLACSO, Ecuador) e Isabel Solís (Sacapukteca Kiche), así como la introducción de Alioscia Castronovo (IDAES UNSAM Argentina - GT Clacso -Sapienza de Roma –Italia) y los comentarios deasí como comentarios de Ana Julia Bustos (UBA, Argentina), Carolina Salazar (UCV, Venezuela) y Ana María Morales Troya (UNSAM, Ecuador).
A su vez, pueden consultar también en el portal CLACSO TV nuestra entrevista a la profesora e investigadora Alessandra Mezzadri (Universidad SOAS, Reino Unido), autora de los libros: "The Sweatshop Regime: labouring bodies, exploitation and garments Made in India" (Cambridge University Press, 2017); y "Marx in the Field" (Anthem Press, en edición).
Grupo de trabajo CLACSO: Economías populares: mapeo teórico y práctico
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